viernes, 19 de octubre de 2012

Hoy estuve viendo una vieja entrevista a Ernesto Sabato. Me gustan esos seres que llaman la atención desde su contenido y no desde otra cosa que no tenga nada que ver con la certeza de las palabras.
Hoy por hoy me siento obligado a un encierro, no dentro de mi mismo, sino, en el lugar en donde vivo.
Es que ya no puedo divisar la simpleza en la vida del hombre. Que es la que uno intenta dibujar en cada paso. No logro hacer otra cosa que no sea permanecer en mi casa a la espera de un apocalipsis (o de varios).
Algunos catalogan como depresión a estas actitudes, pero bueno. Algunos, también, simplemente catalogan y esa no es cuestión mía.
¿Sera que el mundo de la ficción me resulta mas atractivo que la ya, tantas veces violada, realidad?.
No puedo pertenecer a ese enjambre de reidores y de egoístas, galardonados por las estupideces que dicen. Prefiero callar que a regalar mi aliento. No hago revolución y no consumo medios, porque ya demasiado me cuesta hacerme a mi mismo cada día y se que nunca me sera presentado ese que tanto quiero ser.
Hoy lo veo todo desde el revés, veo la etiqueta que muestra que tan grandioso o bajo sos y todos parloteando en mesas para, solamente, adelgazarse las lenguas.
Algunos catalogan como negativismo a estas actitudes. Algunos, también, simplemente se vuelan los sesos de un tiro a cinco minutos de haber catalogado.
En fin, no siento que mi cuestión radique en esta ciudad. Ya no es tan importante la ciudad, ni el color del techo que me cubre. Solo se que me siento obligado a un encierro, no dentro de mi mismo, sino, en el lugar en donde vivo. En una ficción.

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